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El Mesón Alameda, está situado en la calle Adarves Bajos
nº 20, a la espalda del jaenero parque de la Alameda de Capuchinos y unos
metros más abajo del convento de las Bernardas. Este local pivota sobre tres
aspectos, a mi entender, básicos y que marcan la singularidad de este mesón;
ambiente, trato y viandas y sobre estas últimas basaremos esta redacción. Pero
no por ello dejaremos de resaltar el ambiente cálido que rezuma el mesón con
multitud de fotografías que cuelgan de sus paredes y que reflejan la historia en imágenes de un
mesón que “vivió” muchos años situado en la Alameda comandado por los
progenitores de Montse y Eduardo, actuales regentes, tanto monta, monta tanto.
Si el local pivota sobre estos tres aspectos comentados, la cocina
lo hace sobre un género muy tradicional y de alta calidad, me refiero al
marisco, los pescados, las carnes, las chacinas pero donde son muy diferentes a
todos, es en el tratamiento que le dan a productos del campo y de huerta, me refiero a los hongos,
vegetales y verduras. Visitar el local es tener la “obligación” de probar los
boletus a la sidra, la setas de cardo a la plancha o salteadas, las angulas de
monte, el revuelto de espárragos trigueros o las alcachofas fritas por poner
algunos ejemplos, pero no quiero olvidarme de su famoso revuelto de collejas
con piñones.
Respetando los tiempos, Montse te dice “¿Les apetece comer alguna
cosilla?”, previamente Eduardo ya te ha preguntado “¿qué les apetece beber?,
“¿una cervecilla?”, nos conoce ya y sabe que ese es el inicio. Gran maestría y
mimo el suyo traduce cuando “tira” la caña de cerveza a tenor de cómo la
presenta, normalmente en copa, también tienen una cuidada selección de vinos
centrada en el grupo Matarromera. Una coordinación perfecta entre ambos
hermanos manifestada en el “voy” que ambos
dicen para no chocar cuando empujan la puerta que da a los fogones y que
abre en ambos sentidos.
Montse ofrece su cocina en un riguroso orden que empieza por el
marisco como la gamba blanca o de Garrucha, la nécora, la ostra, el percebe y
camarón gallego o las almejas, continua ofreciéndote una caña de lomo ibérico
única y un jamón también ibérico, sigue con las verduras antes descritas para
continuar con los pescados como el rape, el bacalao, la pescadilla, los
boquerones abiertos y sin raspa, los salmonetes de roca o las anchoas en
salazón. Termina hablando de la preparación de las carnes como es el caso del
entrecot y solomillo de ternera a la plancha o a la pimienta, la presa ibérica
con cebolla confitada, el rabo de toro deshuesado, el pincho de cordero lechal,
la carrillera estofada al vino tinto, los lomos al Jerez o de orza, las piernas
de choto al horno y los medallones como el de carrillera ibérica con espinacas
y queso de cabra. Una cocina completísima no descrita aquí en su totalidad pero
que da muestra de cómo se emplean entre fogones.
No quiero dejar pasar por alto la tapa que acompaña a la bebida y
que sirve de telonera a los platos que pides, una tapa muy elaborada y
apropiada, pensada en los rigurosos cambios climáticos de Jaén, lo mismo
preparan una ensaladilla de habas, o un salmorejo fresquito en verano, que un
potaje de habichuelas con oreja y rabo de cerdo o unos garbanzos con setas de cardo en invierno.
Terminar con unos postres como la leche frita con
helado de fresas, la tarta de Santiago o la calabaza asada a la canela
acompañado de una ginebra con tónica adornada con los ingredientes de moda, es
un buen colofón a lo que yo llamo un “homenaje” gastronómico para los sentidos
cada vez que visitamos el mesón Alameda. Enhorabuena Eduardo y Montse, seguimos
viéndonos. Manuel Linares Abad, 2015.